Si alguien te pregunta por qué has hecho una cosa y tu primera respuesta es “lo hice porque me apetecía” puede resultar en principio algo banal, irrelevante o incluso estúpido. Pero esta recurrente frase puede tener su importancia, y de hecho contiene algo que cada vez se echa más en falta, el que las cosas se hagan por apetencia.
Guiarse por esta causa es atender a las carencias y los deseos que uno tiene, y con esto no me refiero a saciar las necesidades de un inconsciente profundo e individual, sino a recuperar las relaciones de afecto con las cosas y las personas, que hoy en día se ven deterioradas por el avasallamiento de estrategias comerciales.
Hacer algo para conseguir otra cosa puede tener mucho sentido y puede no llegar a funcionar, pero hacer algo por el simple hecho de disfrutar haciéndolo tiene la ventaja de que siempre funciona y uno no acaba a la espera de “lo otro”, porque ese algo es un fin en sí mismo. En este aspecto, podríamos decir que estamos dedicando nuestro tiempo a un acto inútil, lo cual sería muy acertado si nos refiriésemos a la necesidad de sacar “partido” de ello, y completamente erróneo si consideramos la trascendencia que este tipo de actos puede tener.
... “nadie escribe, pinta o crea solo” (N. Bourriaud), formamos parte de un entramado dinámico, y este hecho hace que cierto tipo de actos “inútiles” tengan un gran poder regenerativo, por adentrarse en el mundo de las pasiones y los afectos y por salirse del orden de producción y consumo que hoy inhibe las relaciones de proximidad.
Haz lo que realmente te apetece, vivirás más feliz y restarás poder al sistema.
lunes, 3 de mayo de 2010
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No puedo estar más de acuerdo contigo, Elena. También hay que tener en cuenta, por matizar tu reflexión, que lo que a uno le apetece es a menudo programado o inducido por un contexto social que nos impulsa a tomar ciertas decisiones. En un libro que, casualmente, tú y yo nos estamos leyendo lo dice muy clarito:
ResponderEliminar“Lo que caracteriza a los modos de producción capitalísticos es que no funcionan únicamente en el registro de los valores de cambio, valores que son del orden del capital, de las semióticas monetarias o de los modos de financiación. Éstos también funcionan a través de un modo de control de la subjetivación, que yo llamaría «cultura de equivalencia» o «sistemas de equivalencia en la esfera de la cultura». Desde este punto de vista el capital funciona de modo complementario a la cultura en tanto concepto de equivalencia: el capital se ocupa de la sujeción económica y la cultura de la sujeción subjetiva. Y cuando hablo de sujeción subjetiva no me refiero sólo a la publicidad para la producción y el consumo de bienes. La propia esencia del lucro capitalista está en que no se reduce al campo de la plusvalía económica: está también en la toma de poder sobre la subjetividad.” Micropolítica. Cartografías del deseo Félix Guattari Suely Rolnik. Descarga libre: http://bit.ly/7dS43t
En otras palabras, el propio sistema consigue que lo que nos apetezca sean las cosas convenientes para el propio sistema. Es, por tanto, arriesgado apostar todo a la carta del apetito, ya que éste puede estar orientado por distinto signo.
Lo que sí me parece interesante es que a ti te apetezca esta acción, que te impulsa a las relaciones interhumanas no regladas por los imperativos del mercado, no construidas a semejanza de las relaciones entre productos.
Lo has clavado.
ResponderEliminarEstá claro que tener espíritu crítico, ser una persona activa, inteligente, coherente, concienzuda, "realista", etc... etc... son también ingredientes importantes, pero entran claramente dentro de lo correcto y no necesitan el mismo apoyo que el "apetito" o el placer.
Tu lo has dicho. Aquí nadie se libra de las sesiones contínuas de terapia de consumo, (pero también hay mucha gente que es íntegramente estúpida).
Totalmente deacuerdo con vosotros.
ResponderEliminarAdemás los grandes cambios sociales que todos esperamos y queremos ha quedado claro que no dan fruto con grandes revoluciones, ya va siendo hora de que todos los días actuemos viviendo felices, compartiendo y disfrutando, en vez de comprando. ¡No quiero ser realista ni coherente!
Como diría Henry Miller, "¡haz sólo lo que te produzca éxtasis!" Algunos nos lo tomamos demasiado al pie de la letra y así nos va.
Me hubiera encantado entrar en éxtasis con esos tomates secos con vosotros...pronto será...